Los
ricos también se benefician cuando los pobres dejan de serlo
(LULA DA SILVA)
"El ex presidente de Brasil contó durante su visita a Colombia detalles de
la política social que hoy es ejemplo en el mundo. Le recomendó a
Colombia no dejar en manos de intermediarios la administración de los
recursos públicos.
A Luis Ignácio Lula da Silva no se le olvida que lo que hizo el primer
día de su gestión como presidente de Brasil fue reunir a todos sus
ministros, subirlos a un avión y llevarlos a los lugares más pobres del
país. Quería que el presidente del Banco Central o su ministro de
Hacienda “vieran a ese país que no se queja, que no hace manifestaciones,
pero que está ahí, que es
real y verdadero. Eso quizá haya ayudado a cambiar las cosas”.
Da Silva conocía muy bien esos sectores. Salió de una de esas zonas donde es
común que los niños vayan a la cama sin comer o pasen un domingo sin almuerzo.
“Conocí el pan por primera vez a los 7 años –recordó el ex mandatario–. Hasta
esa edad, el café que me tomaba por la mañana era con harina de yuca. Sé que es
la desesperación de una madre que está delante de
un fogón sin gas y sin lo más elemental para hacer una comida para sus hijos”.
Durante su visita al país, el ex presidente de Brasil compartió no sólo su
historia de vida, sino los resultados de su política social que sacó a
28’000.000 de brasileños de la pobreza y que redujo drásticamente los niveles
de desnutrición y desescolarización de los niños y jóvenes de su país.
Brasil es una de las diez economías más importantes del mundo, pero para Lula
esto de poco ayuda si no hay democracia ni políticas de distribución del
crecimiento para evitar que el dinero siga en manos de pocos “y el pueblo siga
pobre y desnutrido”.
“Cuando empecé mi gobierno, el 10 por ciento de la población más rica cogía la
mitad del dinero del país y le dejaban a los más pobres apenas el 10 por
ciento”, recordó el ex mandatario quien logró cambiar estas cifras aumentando
el salario mínimo en un 62 por ciento en cinco años, aún con voces en contra
que le advertían que lo único que lograría era el crecimiento de la inflación.
“Y la inflación no aumentó”, dice ahora con satisfacción. Esta sola decisión
sacó a millones de brasileños de la pobreza. Es más, asegura que con la crisis
del 2008 Brasil salió adelante gracias a esta población. “El consumo creció
siete veces más, sobre todo en los sectores populares. Los pobres comenzaron a
ser tratados como ciudadanos”.
Para Luiz Inácio Lula da Silva hubo varias estrategias clave para lograr los
resultados. Una fue bancarizar la población pobre: en un año 45’000.000 de
brasileños tenían cuentas bancarias activas, y esto ayudó a hacer viable la
segunda estrategia: no dejarles a intermediarios la administración
ni la entrega de estos recursos públicos.
“No creo que deba existir la figura del intermediario, porque la mitad de la
plata se queda con él. En Brasil las personas que reciben beneficios del
gobierno no tienen contacto con intermediarios. Reciben una tarjeta magnética
con la que puede ir al banco y sacar el dinero. Eso es sagrado”, recalcó el ex presidente.
Y una tercera estrategia que garantiza el éxito es tener registros de calidad y
hacer seguimiento a los programas y beneficiarios.
Equipos del gobierno viajaron a lugares remotos en donde encontraron
habitantes que ni siquiera tenían actas de nacimiento; eran ciudadanos que no
existían. Ellos son hoy beneficiarios del programa bolsa familiar, que entrega
tarjetas a las mujeres del hogar para que cuenten con el dinero para la
alimentación y la educación de su familia. “Son 13 millones de tarjetas. Las
personas van al banco y no les deben favores a alcaldes ni a gobernadores ni al
presidente.
Me decían que estaba desperdiciando el dinero, que estaba creando
vagabundos que no trabajaban. Había personas que criticaban que los pobres
compraran lápices o zapatos para los niños y no comida. Eso es fácil decirlo
para alguien que los tiene, pero no para los que nunca lo han tenido. Quienes
nunca han pasado hambre ni necesidades no saben qué son 80 dólares en manos de
una madre de familia”.
Combatir el hambre fue una prioridad del gobierno de Lula da Silva, al punto de
crear un ministerio dedicado exclusivamente para esta tarea. En seis años la
desnutrición de Brasil se redujo un 73 por ciento y la mortalidad
infantil en un 45 por ciento.
La política es ejemplo en el mundo. Esta apuesta incluye restaurantes
populares, programas de lactancia materna, promoción de la agricultura
familiar, distribución de alimentos a los más pobres, la entrega de
microcréditos y fomento de la economía local a través de la compra al pequeño
productor para abastecer los programas de alimentación del gobierno, entre
otros.
“La garantía para la buena alimentación de la población debería ser la
prioridad de todos los hombres públicos y de los ciudadanos de buena voluntad.
No es normal –dijo– que un gobernante del mundo no ponga la lucha contra el
hambre como una prioridad de sus presupuestos, así como en sus políticas”.
La generación de millones de empleos formales para padres de familia buscó
reducir el trabajo infantil y por el contrario, llevar a estos niños y jóvenes
a las 214 escuelas de educación básica nuevas, así como a las 14 universidades
federales construidas durante su periodo. Hoy hijos de albañiles estudian
carreras como medicina en estas universidades. Estos resultados, aseguró,
son una muestra de que “no hay nada más barato que invertir en los pobres” y
deja atrás la teoría de que hay que esperar al desarrollo para ser inclusivos.
En el caso de Brasil, la inclusión llevó al desarrollo. “Los ricos también se
benefician cuando los pobres dejan de serlo”, dijo.
“Hasta le pagamos la deuda el Fondo Monetario Internacional. Después de
dos años de gobierno le devolvimos 16.000 millones de dólares que le debíamos. Hoy el FMI nos debe
14.000 millones de dólares que les prestamos para ayudar a la crisis de
los países ricos”.